Estaba desesperada.
Sé que no es excusa para hacer lo que hice y no me siento orgullosa de ello, pero me ofrecieron tres mil euros por transportar droga a través de la frontera, no lo dudé.
Demasiadas deudas impagadas.
Ellos me dijeron que no tenía nada de lo que preocuparme, que había muchos de los suyos en los controles de seguridad del aeropuerto y que nadie me pararía. Que todo iba a salir bien. Que todo estaba controlado.
Cuando me monté en su coche no podía estar más nerviosa. Estaba segura de que acabaría en la cárcel, pero ¿Qué alternativa tenía? En este mundo, si no tienes dinero, no eres nada. Y hemos llegado a un punto en el que estar privado de tu libertad es mejor opción que ser libre si no puedes pagarte tu propia respiración.