domingo, 5 de enero de 2014

Fuerte

 Por Alejandro Berraquero

-"Sé que pierdo dinero al decirte esto pero... Creo que deberías de dejar de beber."
Miré al que había hablado con mala cara. ¿Parar? ¿Por qué? Si estaba perfectamente.
-"¿Qué dices? Anda, cállate y sírveme otra copa."
El que reinaba tras la barra me miraba desconcertado. ¿Decepción? No lo sé, ¿Cómo saberlo si lo veía todo tan turbio?
Con un aire de resignación, vertió en el vaso la bebida espirituosa, haciendo que mi espíritu olvidase de nuevo su propio nombre.
¿Cómo había llegado hasta allí? No lo sé. No me acordaba... ¿Qué estaba haciendo con mi vida? Tenía que salir de ahí.
-"No te molestes, ya me voy."
-"¡Pero si ya te lo he echado!"
Y sin decirle nada más me levanté del suelo. Sí, del suelo, porque al intentar abandonar mi asiento calculé mal y caí. A esas horas mi cabeza no estaba para calcular nada.
Intentaba andar en línea recta por la calle, pero no podía. Además, lo veía todo borroso. La sensación era como cuando giras sobre ti mismo a gran velocidad y luego pierdes el equilibro. Pues eso era lo que sentía. Bueno, lo que creía sentir, ya que mi cerebro no estaba para distinguir emociones.
Una pregunta no paraba de repetirse en mi cabeza: ¿Por qué había tomado tantas copas? ¿Qué me había empujado a esa situación?
Y entonces la respuesta me golpeó como un mazo y caí derribado a la acera mientras susurraba su nombre. El nombre de una mujer que no me quiso, que no pudo aceptar un error. Un error que hizo que todo lo que sentía se esfumase.
En resumen, no fui lo suficientemente bueno.
No fui el hombre que se merecía tener a su lado, y eso quedó más que patente al verme a mí mismo sin poder pronunciar su nombre, solo balbuceando unas letras sin sentido.
Fui a ese bar esperando que el alcohol hiciese que esa sensación que me oprimía el pecho y me hacía llorar desapareciese. Pero en lugar de hacer que se esfumase, había reforzado su presencia, y es que aunque no podía pronunciar su nombre, en mi cabeza no paraba de resonar, torturándome.
¿Para qué sirve el amor si al final todos acabamos igual? Parecía que Dios, si es que es verdad que estaba ahí arriba, se vengaba de mí por todas las veces que he dicho que no existía. Parecía que había saltado desde un avión y que el paracaídas estaba roto. Cuanto más tiempo pasaba, parecía que el agujero en su tela se iba haciendo más y más grande. Cuantas más veces me caía más me costaba levantarme.
Entonces todo dio un vuelco. Fue solo un segundo, pero la vi ahí, a unos metros delante mía. De repente, tal y como había llegado se fue, ya no estaba. En un abrir y cerrar de ojos, la luz que se había encendido en mi interior se apagó. Como loco, mi mirada fue de un lugar a otro, buscándola. La necesitaba.
Y volvió a aparecer, esta vez algo más cerca, durante algunos segundos más. Mi respiración era cada vez más irregular. Solo quería tocarla, saber que era real, abrazarla decirle lo mucho que la quería... Pero volvió a desaparecer.
Me puse de pié como pude intentando enfocar la mirada en algún punto, buscando su rostro entre las sombras de la calle, una calle que por más que era vista por mis ojos seguía estando desierta.
Entonces la descubrí a tan solo un paso de dónde yo estaba. Su mirada no me decía nada, pero en sus labios pude distinguir una palabra: "Ven".
Y yo no pude hacer otra cosa que no fuese obedecerla.
Entonces, cuando la fui a besar, atravesé el espejismo que era su cuerpo. Y antes de que pudiese reaccionar, me di de bruces contra el suelo. Un suelo que me resultó más frío de lo que me había resultado hasta entonces. Y la luz, sin avisarme, se fue apagando poco a poco.
¿Alguna vez has visto una ambulancia por dentro? Desde aquella madrugada yo la recuerdo cada vez que pienso en beber y cada vez que pienso en ella. Su voz sigue resonando como eco dentro de mí, pero esta vez no lo considero una enfermedad de la que el alcohol es la medicina. Ya estoy bien, sonrío de vez en cuándo y el corazón me va mejor, ya solo duele cuando late... Pero hay que ser fuerte a pesar de todo. El problema de serlo es que cuánto más lo eres, desde más alto es la caída.
Alejandro Berraquero a 20 de Diciembre de 2013 en hastaquesecolapselainspiracion.blogspot.com.es